es.materia / EBD Tal y como estaba previsto, hace una semana, la NASA reventó contra la superficie lunar a la sonda LADEE, cumpliendo así la última misión de un programa pensado para estudiar el polvo en suspensión. Y en una nube de polvo se hizo añicos, en la cara oculta de la Luna, unos seis meses después de que se pusiera en órbita el pasado 6 de octubre. El impacto se produjo en torno a las 7 de la mañana hora peninsular española y todavía tendrá que pasar un tiempo para saber dónde cayó exactamente.
La agencia espacial norteamericana decidió estrellar esta nave en una zona determinada de nuestro satélite para evitar que destrozara por error alguno de los santuarios de la exploración espacial en los que los astronautas de las misiones Apolo dejaron sus reliquias, que algunos piden que sean declarados Patrimonio de la Humanidad para evitar saqueos en el futuro.
No es la primera vez que la NASA (u otra agencia espacial) estrella artefactos contra la superficie lunar. La primera vez se remonta al experimento Luna-2 de la URSS en 1959 y la más reciente fue en diciembre de 2012, cuando se lanzaron contra los cráteres selenitas a las naves Ebb y Flow (en inglés, Flujo y Reflujo) a 5.760 kilómetros por hora, también para poner fin a su misión. Sobre la superficie lunar yacen artefactos malogrados, naves abandonadas, robots, experimentos que aún funcionan, pelotas de golf y bolsas con excrementos humanos.
No hay nada suave sobre el impacto a estas velocidades”, asegura en una nota Richard Elphic, responsable del proyecto de la NASA. “Es sólo cuestión de saber si LADEE creó un crater localizado en una colina o escombros esparcidos por un área llana. Será interesante ver qué tipo de escenario ha creado “. En las últimas semanas, LADEE había completado un centenar de órbitas a una distancia muy cercana a la Luna, incluso menos de dos kilómetros, y tuvo la suerte de presenciar la fría oscuridad del eclipse del pasado 15 de abril.
La misión de esta nave, de 383 kilos de peso, era recoger y analizar muestras de partículas del polvo lunar levantado en cualquiera de los numerosos impactos que recibe cada año desde el exterior, para comprobar si puede ser nocivo para futuras misiones al satélite. Además, pretendían descubrir si el polvo estuvo implicado en el misterioso efecto óptico observado en varias misiones Apolo, algo así como un resplandor en el horizonte lunar.
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