Fotos: Peio García / ICAL
Casi medio siglo después de que diera sus primeros pasos, el herbario de la ULE cuenta con especies únicas y con un catálogo que le convierten en referente del noroeste peninsular
S.Gallo/ ICAL Hay que remontarse prácticamente medio siglo para conocer sus orígenes, pero después de ese tiempo y, sobre todo, mucho trabajo, el herbario de la Universidad de León (ULE) se ha convertido en una referencia, en especial del noroeste español. Con el paso de los años ha ido creciendo para convertirse en “algo vivo” gracias a la labor que comenzó Jaime Andrés Rodríguez, que da nombre a esta instalación, de forma paralela a la conversión de la sección de Biología de la Facultad de Ciencias de Oviedo, con sede en León, en Facultad de Biología.
Por aquel entonces, Rodríguez, primer profesor de botánica de la institución, empezó a recoger las plantas y a conservarlas para su estudio e investigación de materias relacionadas con la distribución, la morfología, la taxonomía y el ADN. Fue el “germen” del actual herbario, que a día de hoy cuenta con unas 8.000 especies diferentes de plantas superiores, aunque con unos 115.000 pliegos, algunos de ellos con las mismas especies pero con características distintas para favorecer los estudios “profundos” y realmente útiles.
El proceso para la conservación de los ejemplares que ahora pueden consultarse en este herbario comienza con la recogida de las plantas frescas sobre el terreno. Posteriormente, se prensan y se secan entre periódicos y con almohadillas especiales en un almacén antes de llegar a las instalaciones del herbario. Siempre llegan acompañadas por una etiqueta de campo, un material esencial para conocer sus características y favorecer la investigación.
En estas etiquetas se incluyen el nombre del ejemplar, la localidad georreferenciada “lo más finamente posible”, la altitud, la fecha de recolección, la geología en la que vive, la persona que la ha recogido y quién la determina. Esta información constituiría “una ficha completa de campo”, a la que se asigna un número que es imposible de modificar y que convierte a este ejemplar en único por sus condiciones, explica la conservadora del herbario de la ULE, Elena de Paz.
Estos datos se informatizan en un programa específico de herbarios nacional, se montan en los pliegos de herbario, se pegan en la cartulina que soportan a las especies –con un esparadrapo de seda- y pasan a formar parte de una colección enumerada que es el herbario LEB, el acrónico con el que se conoce al de León. A partir de ese momento, ese ejemplar estaría “perfectamente localizable” a través del índice de herbarios, lo que facilita conocer los ejemplares de los que dispone cada instalación para una posterior petición de material para su investigación o consulta.
Las condiciones de conservación también son un aspecto fundamental, sobre todo teniendo en cuenta que son seres vivos y ante el riesgo de posibles plagas. Para ello, la temperatura del herbario oscila entre los cuatro y los seis grados centígrados y entre el 60 y el 70 por ciento de humedad. Se ha calculado que estos parámetros permiten la mejor conservación, con el fin de evitar polillas o cualquier tipo de insecto que pueda atacar a las plantas.
La colaboración entre herbarios es algo habitual, con una dinámica de préstamo de material o de consulta en sala. El director del herbario de la ULE, Emilio Puente, explica que cualquier equipo investigador “de cualquier lugar del mundo” puede hacer aportaciones. Aunque el herbario se nutre especialmente de los investigadores del área de botánica “sobre todo de aquí”, lo que facilita que el material almacenado sea principalmente de la provincia de León y de la Cordillera Cantábrica, también hay material procedente de intercambios.
De esa manera, cualquier ejemplar que se tenga duplicado es susceptible de ser entregado a otro herbario. “Hay un pacto de centurias”, explica Puente, es decir, la posibilidad de intercambio de 100 plantas anuales, lo que favorece el hecho de que en León pueda disponerse de plantas “de toda la Península, de otros países o de las islas” porque “entra mucho material de fuera”. En el caso de que ante la necesidad de un estudio no se dispusiera del material necesario, habría que pedírselo prestado a otros herbarios para luego devolverlo a su lugar de origen.
Referente nacional
“En aquello en lo que hemos trabajado más es donde somos más potentes”, incide Puente, que aclara que el herbario de la ULE es útil “para el resto”, mientras que otras instalaciones son útiles también para León. A pesar de ser un herbario relativamente joven y encontrarse en una institución académica pequeña que no puede compararse con otras universidades como Madrid o Barcelona, así como con el propio herbario del Jardín Botánico de la capital de España, su director estima que “no tiene nada que envidiar a nadie”, incluso otros con mayor antigüedad.
Y es que la provincia de León, por su enclave “privilegiado”, ofrece muchísima diversidad y “da mucho juego”, lo que facilita que se disponga en León de “cosas muy importantes” que no es posible localizar en otros lugares. La Cordillera Cantábrica es un enclave especial en el que confluyen “un poco de todo”, lo que da lugar a una riqueza florística “tremenda”, fundamental a nivel nacional.
En un principio “León no sonaba”, pero con el tiempo, el herbario de León se ha convertido en “una referencia”, añade Elena de Paz. “Si no se tiene en cuenta a León, queda una laguna muy importante”, declara. Y aunque en Castilla y León otras universidades como la de Salamanca también tengan su propio herbario, el de León tiene la ventaja de que se encuentra en una provincia “con muchos contrastes” y una diversidad de ejemplares “muy interesante”.
Las ‘joyas’ de la corona
La Frigidaria legionensis o la Genista altoportillensis son los nombres científicos de dos plantas que, a la mayoría de los mortales y fuera del ámbito más experto de la biología no dice demasiado. Sin embargo, y al conocer su historia, resulta llamativo descubrir que son plantas descubiertas en la provincia de León, en localizaciones muy concretas y cuyo origen se sitúa en este territorio provincial. Así consta en los círculos académicos, donde el ‘tipo’, es decir, el primero de los ejemplares de esta especie, se localiza en León.
Además de las especies de las que se tienen muchos ejemplares, como es el caso de robles o alguna gramínea, también hay materiales especialmente interesantes y de especial relevancia que todos los herbarios tienen “como joyas”. Son los denominados tipos, que son “únicos e insustituibles” y que, en el caso de perderse, es posible afirmar que “se acaba el tipo de la planta”, porque es un material “básico y de referencia”.
Al margen de los tipos, también hay especies de relevancia considerable, que son aquellas plantas que están amenazadas o protegidas, que hay en un número importante en Castilla y León y que se encuentran incluidas en el decreto de flora protegida de la comunidad. Sin embargo, y aunque hay ejemplares guardados en el herbario, sus responsables reconocen que están “en cantidades discretas” para velar por su conservación.
Una amplia colección
El herbario de la ULE alberga, además de un elevado número de pliegos de plantas, dos importantes colecciones, de hongos y líquenes. La colección de plantas vasculares supera los 103.000 pliegos, con una referencia a la colección de Brasil, que corresponde sobre todo a las plantas herborizadas en relación de diversas memorias doctorales elaboradas por el país americano y dirigidas por investigadores de la ULE.
En lo que a la colección de líquenes se refiere, se cuenta con 7.800 pliegos, de los que la mayor representación corresponde a la provincia de León, con unas 6.500 muestras, seguida de la de Zamora, con 1.200 muestras. La coleccición de hongos alcanza los 3.800 pliegos con una mayor representación de las provincias de León y Huelva.